El cerebro: el lugar del sexo
El sexo se vive, se siente y se aprovecha en muchos niveles gracias a la intervención física y emocional de diversos componentes de nuestro cuerpo. Nuestra piel, el mayor órgano del cuerpo, es también el principal receptor y transmisor de las caricias que nos preparan para el encuentro íntimo; el ambiente y la estimulación de todos los sentidos encienden poco a poco la temperatura hasta alcanzar el clímax. Pero todas estas señales eróticas terminan en el mismo lugar, una central que interpreta y ofrece las órdenes necesarias para gozar del sexo, el mayor asiento en nuestro cuerpo para el placer: el cerebro.
Aunque con los años se han refutado numerosas suposiciones con respecto a la posición de hombres y mujeres y su especial relación con el sexo, la ciencia médica y la biología humana han permitido conocer con mayor detalle el papel que juega la particular anatomía de cada quien y la manera en que ésta influye en la experiencia erótica. Por ejemplo, el área pre-óptica en la región del hipotálamo, asociada a la conducta sexual, es mucho mayor en los hombres que en las mujeres. Sin embargo, esta diferencia no parece tener una incidencia directa en las tendencias al sexo, pues se sabe que hombres y mujeres están expuestos a niveles similares de deseo a lo largo de sus vidas.
También en el cerebro podría encontrarse la respuesta a una interrogante que causa mucha confusión en general: ¿Por qué hay personas que no ansían el sexo? Muchos y muchas no sienten ninguna inclinación por el sexo, y aunque se sabe que las razones son diversas, y no se descartan las decisiones personales, sí se sabe que algunas personas cuentan con bajos niveles en la producción de serotonina, neurotransmisor de primera línea y responsable de la recepción de la estimulación en distintas zonas de nuestro cuerpo.
El determinar si una persona es una buena pareja potencial depende de numerosos criterios, pero el primero de todos es la atracción sexual, y es allí donde el cerebro también juega un papel fundamental. Cada vez que conocemos a una nueva personas, nuestro cerebro recibe, analiza e interpreta información obtenida a través de los sentidos, permitiéndonos conocer en cuestión de segundos un perfil de base que nos indica si alguien es una pareja viable en términos de reproducción y emparejamiento.