La experiencia sexual y el cerebro
Es evidente que a medida que te desenvuelves en el ámbito sexual con una o varias parejas en el transcurso de tu vida ganas experiencia en dicha temática. Cuanto más sexo tienes, tu conocimiento acerca de tu cuerpo y tus necesidades se incrementa, mientras se extienden tus capacidades bajo las sábanas. Sin embargo, no toda esta experiencia se traduce en mayores habilidades físicas, trucos y mejora de rendimiento sexual, pues nuestro cerebro, el verdadero centro del potencial sexual, también se entrena en medio de este proceso.
Una de las claves para entender nuestra respuesta sexual es el estímulo. Por estímulo se entiende todo tipo de señales y mensajes emocionales y sensoriales que recibimos de manera intencional por parte de un emisor, o también a elementos del ambiente que nos rodean y que producen una respuesta sexual. Nuestro cerebro recibe tales señales, decodifica el mensaje y lo interpreta para provocar en respuesta una reacción, generalmente asociada a la producción química, neuronal y hormonal en nuestro cuerpo.
La reacción ante estos estímulos es diferente en cada persona, y va de la mano con la experiencia individual. Para la mayoría, un estímulo sexual muy evidente, como una escena de sexo explícito en una película, es una señal fácilmente comprensible, que genera una respuesta inmediata como el envío de sangre hacia los genitales. Sin embargo, señales más sutiles o disimuladas pueden o no llegar al receptor dependiendo de su capacidad para interpretarla. Por ejemplo, ciertas posturas, palabras o gestos que tienen una intencionalidad erótica indirecta son más difíciles de comprender para una persona con poca experiencia sexual, debido a que ha recibido una cantidad menor de estímulos. Allí es donde comienza a ganar experiencia nuestro cerebro, permitiéndonos decodificar mensajes menos evidentes en el futuro.
La experiencia también nos permite acceder a otro nivel de decodificación de estímulos, no sólo menos evidentes que los mensajes explícitamente sexuales, sino difíciles de comprender para cualquiera que no sea la pareja o la propia persona. Son los estímulos de tipo personal o privado, ligados al desarrollo de nuestros gustos eróticos. Por ejemplo, ciertas actitudes, emociones u objetos pueden generar una respuesta erótica en nuestro cerebro, pues encontramos tales elementos como muy sensuales. Una buena manera de entenderlo de forma clara es con los fetiches: a algunas personas les gustan los pelirrojos (o pelirrojas), encontrando a tales personas como tremendamente sensuales, mientras que ese color de cabello puede no generar reacciones de ningún tipo en la mayoría, o bien, por el contrario, podría resultar como un tono de cabello repulsivo para algunos.