Sexo por compasión: ¿buena o mala idea?
Puede pasarle a cualquiera, y lo más probable es que le haya pasado a la mayoría. Estas en la alcoba y solo piensas en dormir para descansar y olvidar el ajetreo del día, pero tu pareja se recuesta hacia ti y pone una mano sobre tu costado mientras acaricia tu cabello con la otra, y tú ya sabes hacia dónde va todo… pero no estás de ánimos. Lo lógico sería decirle la verdad: no tengo ganas, pero la mayoría no lo hace, y generalmente terminan cediendo, al menos una vez, al sexo sin deseo de su parte. Está claro que complacer a nuestra pareja es parte de nuestro trabajo, ¿pero es buena idea a largo plazo ceder con el sexo?
Si ocurre en la mayoría de las relaciones es de suponer que no enfrentamos un peligro mayor al conceder sexo a nuestra pareja cuando no queremos. Encuestas recientes apuntan cifras bastante alarmantes, o tal vez, convincentes: hasta 76% de los hombres y mujeres consultados aseguran haber tenido sexo alguna vez sólo por petición de su pareja. Todo indica que para la mayoría no es un problema, pero una cosa es ser generosos con nuestro chico o chica, y otra es correr el riesgo de que la práctica se haga costumbre.
La pérdida de deseo se ha convertido en un hecho frecuente en la sociedad moderna. Las múltiples exigencias diarias atentan contra la flexibilidad de nuestros horarios, haciendo que encontrar espacios para la pareja y la intimidad sea todo un desafío. Son muchos los factores que tenemos en contra y pocas las alternativas disponibles para la mayoría, pero la pregunta es la siguiente: ¿es el sexo sin deseo una solución? Existen breves salidas temporales, planes de emergencia, y en esa categoría de prácticas sexuales debería estar el sexo por compasión. Por lo tanto, debemos tomarlo como eso.
Al hacer de esta práctica una cosa frecuente, nos arriesgamos a acostumbrarnos a tener relaciones sin apetito sexual, sin fantasías ni deseos, y francamente eso suena algo aburrido. El gran atractivo del sexo está en nuestras mentes, y sin ideas atrevidas ni vuelo en la imaginación todo sería bastante gris. Y el gris, lectoras y lectores, no es un buen color para la pasión.
